El 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental para sensibilizar acerca de su importancia, su impacto y la necesidad de potenciar el autocuidado y la prevención.
Sabe cómo trabajar el autocuidado para proteger el bienestar emocional es fundamental en colectivos como los cuidadores de pacientes con enfermedades neurodegenerativas.
Cuidar de la salud mental propia cuando se está a cargo de una persona que padece una enfermedad de este tipo es posible. Silvia Sánchez González, psicóloga sanitaria, explica cómo hacerlo.
Cuidar de alguien con una enfermedad neurodegenerativa, como la demencia con cuerpos de Lewy, puede ser muy exigente. ¿Qué estrategias de autocuidado recomiendas para que los cuidadores puedan mantener su bienestar emocional?
Algo fundamental, a nivel de autocuidado, es pedir ayuda. Cuando una persona se enfrenta a una situación de este tipo, que es dura, tanto física como emocionalmente, si no pide ayuda a un amigo, a otro familiar o a un profesional, al final se resiente. Pedir ayuda es necesario, ya sea para desahogarse, para buscar diferentes soluciones o simplemente para sentir apoyo. Incluso puede ser muy positivo compartir experiencias con otras personas que estén pasando por lo mismo.
También es importante poner límites y respetar los momentos de descanso y desconexión. Cuando cuidamos de un familiar, lo hacemos al cien por cien, desde la entrega y el apoyo incondicional. Pero también necesitamos desconectar de esa situación. Hay que buscar momentos para leer, ver una película, tomar un café tranquilamente o hacer un viaje. De lo contrario, se acaba saturado.
Esa desconexión no es de la persona enferma, sino de la situación que genera malestar, tanto físico como emocional. Por ejemplo, el ejercicio físico es una herramienta muy útil. A veces pensamos “ya no puedo hacer deporte porque tengo que estar pendiente”, pero eso también es un límite. Necesitamos mantener esos espacios para cuidar el cuerpo y la mente.
En tu experiencia, ¿qué cualidades suelen desarrollar los cuidadores que consiguen mantener una buena salud mental a lo largo del tiempo?
Una de las claves es aprender a manejar la situación y el estrés. Esto incluye buscar actividades que te produzcan bienestar, practicar deporte o utilizar estrategias de afrontamiento para regular cómo te sientes en el día a día.
Otra cualidad muy importante es la resiliencia, esa capacidad de adaptarte a las adversidades. A veces la traemos de serie, pero también se puede aprender con la experiencia. Se trata de afrontar lo que te toca vivir sin rendirte a la primera dificultad, buscando pequeñas soluciones que te permitan adaptarte mejor a la situación.
Además del manejo del estrés, de la ansiedad o de la frustración, considero fundamental saber comunicar lo que uno siente. Puedes pedir ayuda, pero si no consigues expresarte o tienes un bloqueo emocional, esa ayuda no llega a ser efectiva. Por eso, una comunicación clara y honesta es esencial. Decir “esto es lo que me preocupa”, “esto es lo que siento”, “esto es lo que pienso”.
Muchas veces, cuando verbalizas lo que llevas dentro lo ves desde otra perspectiva. Es como cuando tienes un problema y lo escribes o lo dibujas: parece que se aligera, que pesa menos, que se vuelve más manejable o incluso más positivo.
¿Qué papel juegan las redes de apoyo (familia, amigos, asociaciones) en la salud mental del cuidador, y cómo pueden fortalecerse estas relaciones?
Las redes de apoyo tienen un papel fundamental en la salud mental de los cuidadores. En primer lugar, aportan compañía, comprensión y empatía, algo esencial cuando se vive una situación tan exigente a nivel emocional.
También ayudan a distribuir responsabilidades. Cuando la carga recae solo sobre una persona, el desgaste es muy grande. En cambio, si el cuidador principal pide ayuda y logra que otros familiares o allegados participen, esa sobrecarga se reduce. No se trata de delegar completamente, sino de compartir el peso para que no resulte tan duro ni tan constante.
La familia y los amigos cumplen, además, un papel muy importante en la distracción y la desconexión. A veces basta con salir a tomar un café, ir al cine, dar un paseo, hacer una pequeña escapada o simplemente cambiar de ambiente por unas horas. Esos momentos ayudan a liberar tensión y a mantener el equilibrio emocional.
Cuando una persona tiene una red de apoyo limitada o siente que no puede contar con su entorno, corre el riesgo de aislarse y ese aislamiento hace que todo sea más difícil: la gestión emocional, el autocuidado e incluso la relación con la persona a la que cuida.
Por otro lado, las asociaciones también desempeñan un papel muy valioso. Aportan información útil, tanto a nivel emocional como económico o legal y, sobre todo, comprensión. Una asociación especializada en una enfermedad concreta puede ofrecer recursos, orientación y un espacio donde compartir experiencias con quienes están viviendo lo mismo.
¿Cuándo es el momento de pedir ayuda a un profesional?
No hay un punto exacto ni una fórmula única. Sin embargo, considero que lo más recomendable es pedir ayuda cuanto antes, idealmente en los inicios de la enfermedad. No es necesario esperar a sentir una sobrecarga emocional o física para hacerlo.
A veces pensamos que solo debemos buscar ayuda cuando ya no podemos más, pero lo ideal es prevenir. Pedir apoyo profesional al principio puede evitar llegar al agotamiento.
¿Cómo puede la terapia o el acompañamiento psicológico ayudar a un cuidador a gestionar la carga emocional del día a día sin que sienta que ‘no puede más’?
Esa sensación de “no puedo más” es una realidad. Muchas veces se acude a terapia con la idea de eliminar el problema, pero el problema en sí no puede desaparecer. Lo importante es reconocer que sentirse así es algo real, lógico, natural e incluso innato.
Si estás viendo sufrir a tu pareja, a tu hijo o a un hermano, es completamente normal que tú también sufras. Por eso, cuando uno siente que no puede más, es fundamental darle espacio y naturalidad a esa emoción, ponerle voz y no negarla.
La terapia ayuda precisamente en eso: a manejar la situación desde un punto de vista emocional, trabajar la frustración, la ansiedad, los tiempos, los espacios y, por supuesto, el autocuidado. Pero también tiene un papel muy importante como espacio de desahogo.
La terapia sirve para aprender, pero también para sacar el malestar que llevas dentro, aliviar el peso emocional y sentirte bien.
